Desarraigados: la obra que nos enfrenta a la crisis migratoria y al olvido
La obra, que le valió uno de los tres premios de la bienal, es a la vez una acusación y un llamado a la reflexión sobre la crisis migratoria.
La obra Desarraigados, de la reconocida artista colombiana Doris Salcedo, se alza como una confrontación visual e íntima en la Bienal de Sharjah 2023. Salcedo nos ofrece un recorrido impactante por un “bosque” de 804 árboles muertos, utilizados como símbolos de todo lo que dejan atrás aquellos migrantes que huyen en busca de esperanza. La obra, que le valió uno de los tres premios de la bienal, es a la vez una acusación y un llamado a la reflexión sobre la crisis migratoria, el desarraigo, y el abandono de quienes buscan una vida digna.
Salcedo utiliza los árboles muertos, que forman una gran estructura similar a una casa desvanecida, como metáfora de lo que los migrantes deben dejar atrás: hogar, familia, identidad, y sus raíces mismas. La casa, hecha de troncos entrelazados y que parece disolverse en un mar de madera inerte, representa ese “camino hacia la nada” que muchos recorren, un trayecto incierto y desgarrador que podría terminar en el destierro o en la deshumanización. Este pasillo de troncos nos enfrenta a lo que Europa y otros países ricos prefieren ignorar, jugando con la vida de los inmigrantes que buscan asilo y rechazándolos en muros físicos y políticos.
La obra, instalada en un espacio de 3000 x 650 x 500 cm en la Sala de Turbinas, parece gritar desde su quietud. Desarraigados nos recuerda que, más allá de las políticas, hay personas, historias y pérdidas que la humanidad prefiere no ver. Salcedo, con su estilo característico de combinar el arte con una denuncia social cargada de simbolismo y sensibilidad, nos invita a detenernos y empatizar. Nos recuerda que el dolor de los migrantes es un reflejo de nuestras propias fragilidades y que su exclusión nos afecta a todos.
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Esta instalación de Salcedo nos sacude, como lo han hecho muchas de sus obras anteriores, con una estética que impacta pero también invita a la reflexión. La pregunta final que queda en el aire es si seremos capaces de levantar la mirada de nuestras pantallas y ver el sufrimiento ajeno. Mientras tanto, Desarraigados queda como un monumento silencioso y desafiante que espera, quizás, que le insuflemos un poco de vida, de empatía y de humanidad.
Con información de HA!
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